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  • LA CULTURA DEL CUIDADO. HACIA DONDE VAMOS?


    Publicada el 09.01.2015

    ¿Estamos creando una cultura del cuidado?



    En las noticias, en las publicaciones, en las redes sociales, en los medios, el cuidado parece tener siempre un sentido negativo. Normalmente se asocia con el sentido de carga, el "síndrome del quemado", la falta de recursos o apoyos, el futuro desolador deuna sociedad cada vez más envejecida y enfermaPocas veces se habla del cuidado de mayores y personas dependientes desde un punto de vista positivo. Y todavía menos son las veces en que se da voz y cara a aquellas personas que han hecho del cuidado algo satisfactorio, significativo, querido, beneficioso

    Tampoco es habitual el que los medios de comunicación transmitan las virtudes que tiene el cuidado, sobre todo cuando se cuida en la familia (fuera de la familia cabría hablar más bien de asistencia).  

    • Virtudes internas a la familia: unión y cohesión familiar, solidaridad intergeneracional, educación en valores, transmisión de un sentido de la vida, amor incondicional, donación y gratuidad. 
    • Virtudes externas, sociales: sociabilidad y socialización de las nuevas generaciones, humanización de las relaciones, ayuda y servicio a los demás, solidaridad intergeneracional, cohesión social. 
    Todas ellas virtudes que la familia vuelca en esa sociedad que la rodea y da contexto. Pero esa misma sociedad no siempre valora a la familia cuidadora ni la reconoce como institución social.
    Cada vez preocupa más qué será de esta sociedad envejecida que no parece estar en situación de poner sus esperanzas en las nuevas generaciones, principalmente por la falta de “reemplazo generacional” (nacen menos niños y cada vez hay más mayores), pero también por los diversos cambios culturales, económicos, políticos y sociales. Constantemente se lanza el mensaje de: 


    “¿Quién cuidará de los mayores?”, “¿Quién se va a hacer cargo de ellos?”, “¿Podrá el Estado de Bienestar garantizar su bienestar (valga la redundancia) por mucho más tiempo?”. 


    Pero… ¿y la familia? ¿No es la familia la que verdaderamente puede garantizar el bienestar de todas las personas? ¿No debe ser el Estado subsidiario de esa familia que por naturaleza es cuidadora? ¿No deberían los medios de comunicación y sistemas sociales empoderar a la familia en aquellas funciones que le son propias?
     
     

    La pregunta que cabría hacer es: ¿nuestra sociedad es capaz de crear una cultura del cuidado? Y si es así, ¿en qué medida y de qué manera lo está haciendo?

     
     
     

    Si pretendemos poner la esperanza en esa generación, no podemos esperar que por sí solos y de la noche a la mañana los jóvenes vayan a hacerse cargo de una labor importantísima para la que, en muchos casos, no se les está preparando, no se les está educando y no se les está haciendo conscientes de su alcance y consecuencias tanto a nivel familiar como social. Incluso hay países como Japón o EEUU y también Europa, entre ellos España, que perdida la esperanza ya apuestan por la fabricación de robots cuidadores.
     
    Si de verdad queremos crear una cultura del cuidado, el foco de interés no debe ser el ahorro económico que el cuidado supone para el Estado, como es habitual, sino la PERSONA y su necesidad básica y vital de ser cuidada, saberse querida y reconocida, vivir con dignidad y ser feliz. Para ello debemos plantearnos seriamente qué tipo de valores, convicciones y sentido de la vida estamos transmitiendo a las generaciones más jóvenes. Y sobre todo, qué mensajes les llegan desde los medios de comunicación y redes sociales, la escuela y la universidad, la entera sociedad, su entorno próximo e incluso las propias familias cuidadoras
     
     
     
     
     
    Y nombro también a la familia (cuidadora o no) porque son muchas las veces en que he oído decir a abuelos o padres: 


    “el día que esté enfermo o sea mayor no quiero ser una carga para nadie, no quiero molestar a mis hijos o nietos con mis problemas, que bastante tienen con lo suyo, prefiero quitarme de en medio”

    ¿Carga? ¿Molestia? ¿Es que la vida no está llena de cargas y de molestias? ¿Es que ellos no tuvieron también numerosas cargas y molestias y a ellas le sumaban el cuidado de todos los familiares y allegados? Es curioso cómo los jóvenes a día de hoy estamos dispuestos a pasar en el ámbito socio-laboral por todo tipo de cargas y molestias (y cosas peores) sin rechistar y sin embargo cuando se trata de familia parece que la salida o la huida son más fáciles. Y además están ya justificadas por nuestros propios familiares. ¿El día que seamos viejos y/o estemos enfermos nos cuidará nuestro jefe o compañero/a de trabajo o nuestros hijos o nietos?
     
    Esas frases dichas con la boca pequeña siempre me “chirrían” y me llevan a pensar si de verdad no quieren ser una carga y prefieren desaparecer. Que lo dudo porque, ¿quién no quiere envejecer y morir en familia, estando cuidado, sabiéndose querido? Quizás la otra cara de la verdad es que a través de esas afirmaciones de alguna manera se anticipan a ese posible rechazo o abandono que saben que se puede dar por parte de hijos o nietos que no van a estar disponibles o dispuestos a cuidarles, y prefieren ahorrarse el mal trago rechazando ese improbable cuidado de antemano.
     
    La sociedad actual debe plantearse seriamente si de verdad estamos creando una cultura negativa del cuidado:
     
    • ¿Nos beneficia oír y leer constantemente sobre el sentido negativo que lleva asociado la dependencia y el cuidado?
    • ¿Conviene establecer esa relación directa entre cuidado y estrés del cuidador o síndrome del quemado?
    • ¿Estamos predisponiendo a las generaciones jóvenes a rehuir el cuidado?
    • ¿Estamos predisponiendo a las generaciones mayores a auto convencerse de que no tienen por qué ser cuidadas?
    • ¿Estamos desligando el cuidado de la familia y sus relaciones, que es donde verdaderamente se cuida?
    • ¿Conseguiremos obtener cuidados de una generación que aparentemente se caracteriza por la independencia, la autorrealización, el individualismo, el disfrute personal?
    • ¿Estamos aprovechando el cuidado como una oportunidad de educación de las nuevas generaciones?
    • ¿Se pone en valor y se da visibilidad y reconocimiento público al capital social que genera la familia cuidadora?
    • ¿Se sabe apreciar y reconocer que una sociedad cuidadora genera relaciones más humanas que crean tejido social?

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